“¿De veras quieres que te explique?”, preguntó Ricardo Anaya después de que lo cuestionara sobre mi investigación en la que documenté que su suegro, Donino Álvarez y su esposa, Carolina Martínez y él mismo son los propietarios de una empresa que renta parte de su terreno al Instituto Electoral del Estado de Querétaro y por lo cual reciben poco más de dos millones de pesos al año mediante la empresa Cintla.
El candidato presidencial estuvo como invitado en el The Real Estate Show 2018, en donde repitió la misma charla que ha dado en diferentes ocasiones: diapositivas en las que habla de casos como la empresa Kodak, que se fue a la quiebra debido a la integración de cámaras en los teléfonos celulares.
De cómo los autos eléctricos son mejor que los convencionales, proyectó las imágenes en donde se ve cómo en Nueva York fueron cambiando las carretas jaladas por caballos para darle paso a la entrada de automóviles.
Y sí, nuevamente hizo énfasis en que algunas personas, pese a la entrada de vehículos motorizados, seguían utilizando carretas, una actitud “viejita”, “como la de ya saben quién”, dijo en referencia a López Obrador. Chiste que también ha reciclado en un par de ocasiones.
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A la salida del evento, en el que todo fue zapatillas, edecanes, políticos y empresarios, Anaya dio una breve conferencia en la que los medios lo cuestionaron sobre su participación, sobre Obrador y su amnistía a narcotraficantes, las declaraciones de José Antonio Meade, candidato del PRI, en su contra suya y demás temas de la agenda política.
Luego de esto el candidato de la coalición Por México al Frente abandonó el lugar y bajó por unas escaleras eléctricas acompañado de Salomón Chertorivski, ex aspirante a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, y otros miembros de su equipo de trabajo.
Como nunca respondió los mensajes que le mandé a otros panistas cercanos suyos, en los que buscaba alguna declaración suya sobre el hecho de que el Instituto le paga la renta a él y su familia, lo abordé cuando caminaba hacia la salida.
“Hola Ricardo, nada más una preguntita”, le dije al candidato al mismo tiempo que Chertorivski y el equipo de trabajo me decían que no, que ya no iba a responder más preguntas. “El Instituto Electoral de Querétaro está dentro de una propiedad que está a tu nombre”, “¿Cómo va a estar a mi nombre?”, contestó.
“¿Cintla no es tu empresa?”, pregunté mientras Anaya caminaba hacia la salida. “Te confundiste de predio, yo sé lo que te digo”, “¿o sea que Cintla no está a tu nombre?”, “No, Cintla sí”.
“A ver, si apagas tu dése (el teléfono celular) con gusto te explico”, comentó volteándome a ver sobre su hombro “¿Me explicas si lo apago?”.
“¿De veras quieres que te explique?”, fue la pregunta que me hizo Anaya antes de apagar mi teléfono celular y comenzar a hablar off the record.
Sin embargo, en la conversación no me aclaró por qué quiso que su declaración no fuera grabada, algo que tampoco supo contestar un integrante de su equipo de trabajo.
Y, sobre todo, no supo dar una respuesta contundente a la relación de su familia con el predio en que se ubica el Instituto Electoral del Estado de Querétaro.
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