La bandera priísta fue el núcleo del evento. A menos de dos meses de las elecciones, José Antonio Meade dio un volantazo en su campaña presidencial.
Para mantenerse alejado de las insignias partidistas, este domingo Meade se arropó tricolor por completo. Vestido de chaleco rojo, el aspirante a la presidencia hizo un llamado de urgencia: luchar “hasta la muerte” para ganar la contienda.
Es la primera vez en toda su campaña que el candidato, no militante, se dejó vestir por el PRI; con el cambio de dirigencia nacional anunció una reestructura de su campaña, más priísta que nunca, de cara a los malos resultados en las encuestas.

Los señalamientos sobre su posible declinación a favor de Ricardo Anaya, al tener mayores posibilidades de triunfo, son imposibles de acuerdo a las reglas electorales, por lo avanzado que están los tiempos electorales.
Sin embargo, no es la primera vez que un candidato declina en beneficio a su contrincante.
Declinación, imposible; pero Meade podría renunciar antes de junio
Según las leyes electorales, no existe la posibilidad de que un candidato decline en favor de otro y menos de transferir votos, de acuerdo con Roberto Duque, especialista en derecho electoral por la UNAM.
La única posibilidad es la sustitución de candidatura, en la que el político cambia con otro su lugar en la contienda; sin embargo, hay reglas en el procedimiento.
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Existen cuatro formas en las que se podría efectuar la sustitución: si el candidato fallece, como en el caso de Luis Donaldo Colosio en 1994; si el aspirante se encuentra inhabilitado para ejercer el cargo, por ejemplo, si tiene una sentencia judicial; en caso de que tenga alguna incapacidad por salud; o porque ejerza su renuncia de la contienda.
El candidato podrá ser sustituido por otro de acuerdo con las decisiones del partido, siempre y cuando no sea alguien que ya fue elegido por otro partido político, asegura Roberto Duque. Por esta razón, el PRI no podría sustituir a Meade con Anaya.

Meade podría renunciar a su candidatura hasta el 31 de mayo, 60 días antes de las elecciones. En caso de que suceda después, el partido se queda sin candidato y los votos se anulan, a pesar de que su nombre se mantenga en las boletas electorales.
Pese a estas restricciones en la ley, “lo que podría pasar y ha pasado antes, es una declinación de facto en el plano de la práctica política y en el plano mediático”, apunta Roberto Duque.
Esto quiere decir que un candidato puede invitar públicamente a sus simpatizantes, votar por otro candidato. En vista de que sus posibilidades de éxito son escasas.
Aunque exista una declinación mediática en favor de otro candidato, el de ambos se mantiene en las boletas, que empezaron a imprimirse el domingo.
Un ejemplo ocurrió en las elecciones de 2000, en las que el candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), Porfirio Muñoz Ledo declinó, a pocos días de la contienda, en favor de Vicente Fox. Los nombres de ambos siguieron en la boleta, aunque el candidato pidió a sus votantes, elegir a alguien más. Los votos que obtuvo el candidato del PARM persistieron y no se transfirieron en beneficio de Fox.
Declinación afecta al PRI
La declinación de José Antonio Meade podría costar la permanencia del partido.
Si José Antonio Meade llegara a pedir al electorado sufragar por Ricardo Anaya, en lugar de elegirlo, esto sería desfavorable para el priísmo por cantidad de votos.
En estas elecciones el PRI se juega su registro, si no obtiene tres por ciento de la elección federal (presidencia, diputaciones y senadurías), dejaría de existir. Por esta razón, la angustia de los priísta se tradujo en hacer el último esfuerzo.

Con el cambio de dirigente nacional, Meade mostró su primer golpe dentro de la campaña. Aceptó que la decisión de relevar a Enrique Ochoa Reza fue suya. En su lugar quedó René Juárez Cisneros, colaborador cercano a Miguel Ángel Osorio Chong.
Otra pieza que podría moverse es Aurelio Nuño, como coordinador de campaña. La Corriente Democrática Interna del partido considera que su poca experiencia es perjudicial para la contienda electoral.