A las faldas del Ángel de la Independencia llegaron miles de mujeres este 8 de marzo.
Vestidas de morado, con pancartas y tambores, las mexicanas se unieron para exigir, una vez más, un alto a la violencia de género.

En un país donde mueren siete mujeres cada día, víctimas de feminicidio, la marcha que conmemora el Día Internacional de la Mujer no es cosa menor.
“No es una celebración, porque no tenemos nada que celebrar. Nos han quitado todo, también el miedo y por eso estamos aquí”, dice Rocío Nájera, una de las manifestantes.
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Contingentes radicales, miembros de sindicatos de trabajadoras, campesinas, estudiantes y madres unieron sus demandas: aborto legal en todo el país, liberación de las mujeres presas por decidir sobre sus cuerpos, alto al acoso, al machismo, a la violencia, a los asesinatos de mujeres.
“No, no me da la gana ser una mujer sumisa y abnegada. Sí, sí me da la gana ser una mujer consciente y liberada”, coreaban mientras avanzaban sobre Paseo de la Reforma.
Para Andrea, estudiante de preparatoria, este día es la oportunidad de hacerse presentes en las calles, de mostrarse unidas y de alzar la voz contra “un Estado machista que nos mata todos los días”.
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En su pancarta se dibujaba el rostro de Lesvy Berlín de 22 años, asesinada en Ciudad Universitaria el año pasado. Andrea no era la única que mostraba fotografías de mujeres víctimas de feminicidio o desaparecidas.
“Estoy aquí porque soy la voz de aquellas que ya no están con nosotros”, dice Marina, quien sostiene en brazos a Zulema, su pequeña de año y medio. “También por ella, porque este no es el país en el que quiero que crezca”.

El Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, asociación que ha buscado mejoras laborales para estas trabajadoras en vulnerabilidad, también está presente.
Megáfono en mano, una de sus integrantes grita: “las mujeres son asesinadas en todo nuestro país y son mujeres que pueden ser nuestras madres, nuestras hijas, nuestras hermanas… podemos ser nosotras. Ni una muerta más”.
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Un grupo de estudiantes que marchan más adelante trae las piernas pintadas: “Mírame, no te estoy provocando”.
Una mujer mayor, miembro de la Asamblea Nacional de Usuarios de Energía Eléctrica, sostiene un letrero a su lado: “Nos queremos libres y dignas porque en este gobierno estar vivas es una rebeldía”.
A la vanguardia de la manifestación van los grupos de feministas radicales, que no permitieron marchantes ni periodistas hombres en sus contingentes, previo aviso.

Ahí las demandas se enfocan en los derechos de la mujer a vivir libremente, a decidir sobre sus cuerpos y a la maternidad.
Para Cristina, una de las integrantes, este último punto es clave para mejorar las condiciones en el país: “una maternidad libre y por decisión es la mejor arma contra el machismo”.
Juntas avanzaron hasta el Zócalo capitalino. Con un grito al estilo apache que retumbó en las paredes de los edificios de la calle 5 de mayo ingresaron a la plancha.
Tomaron un templete ubicado en la esquina de Plaza de la Constitución y Pino Suárez para dar el último discurso.

“Somos todas y cada una de las gotas de sangre que han sido derramadas por este Estado machista”, dijo una de las mujeres vestida de negro y con la cabeza cubierta por un manto morado.
Para terminar con el puño al cielo y con la frase: “La lucha no termina mientras haya mujeres en el mundo que sigan luchando. Hoy estamos nosotras, mañana habrá más”.
