Luis Guillermo Piazza se burlaba de una realidad quizás trágica de la literatura mexicana: su funcionamiento atado a los caprichos de pequeñas células de poder.

En la novela La mafia (1968), el también conductor de Radio UNAM y director de la editorial Novaro ironizaba sobre el centralismo cultural que, explícita o implícitamente, promovieron en vida autores y artistas como Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, José Luis Cuevas y Octavio Paz, entre otros.

Todos ellos hombres, todos más o menos impulsados de manera oficial, todos consolidados.

Sin embargo, por la astucia de la solvencia poética y la expresividad, debajo de la placa de la literatura oficial surge el talento de otras voces que, al margen de la fotografía, conforman un mundo audaz, de renovación libro con libro y de compromiso crítico ante las desigualdades de una sociedad como la mexicana.

Es el caso de la capitalina María Luisa Puga, que nació un 3 de febrero de hace 74 años.

En su trabajo novelístico, la autora que se autoexilió en Michoacán, que creció en Acapulco y Mazatlán y se exploró en África y Europa, atendió problemas como la exclusión racial, la marginalidad modesta y en permanente afrenta de la clase media y sus constantemente socavados derechos elementales, o la dificultad de la belleza en un entorno machista, cosificador, entre otros temas.

República 32 conversó con tres académicos conocedores de la obra de María Luisa Puga. Los especialistas en literatura mexicana consultados son Alejandra Silva, Jorge Antonio Muñoz Figueroa y Roberto Cruz Arzabal.

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maria luisa puga novelista de la adversidad
Sonriente, en un columpio, la novelista cuya riqueza formal y experimentación son una manera de jugar, valoró mucho en vida sus espacios de intimidad, señala la académica Alejandra Silva. Benson Latin American Collection.

1. No obstante su calidad, María Luisa Puga figura al margen de otras autoras mexicanas con mayor notoriedad, como Elena Poniatowska, Elena Garro o Rosario Castellanos. ¿Por qué?

Uno de los primeros conflictos para leer a Puga es el acceso mismo a los libros, considera Alejandra Silva.

«Encontrar los ejemplares disponibles en los estantes conlleva mucho trabajo, trámites y labor de convencimiento, lo que hace más difícil la tarea», dice.

Otro rasgo que puede provocar un posible distanciamiento con el lector es la riqueza y complejidad de la obra.

«Si bien es cierto que la narrativa de Puga es compleja y presenta un desafío para los lectores, también es cierto que nos ofrece personajes entrañables, diálogos y situaciones que se tornan memorables porque aluden a la cotidianidad del lector o porque nos sitúa en condiciones atractivas por no experimentadas», señala la académica.

«En sus páginas encontramos lugares que nos son tan reconocibles como la Ciudad de México o tan lejanos como Kenia, familiares como su entorno en Zirahuén o utópicos como ese espacio donde el aire es azul».

2. ¿Qué diferencias hay entre un autor difundido y oficializado como Carlos Fuentes y su contemporánea en las sombras, María Luisa Puga?

Jorge Antonio Muñoz Figueroa contrasta el desgaste formal y temático del autor de La muerte de Artemio Cruz (1962) y Cristóbal Nonato (1987), con los aciertos de la escritora.

«Fuentes aspiró a ser el novelista total, el que pintara el gran mural en prosa de la literatura mexicana, lo cual lo llevó, en sus últimos libros, a repetirse y a desgastarse para seguir en esa búsqueda de la totalidad. El último Fuentes se siente artificial y hasta comercial, comprometido con esa marca que ya era ‘Carlos Fuentes’. Sus últimas novelas resultan interesantes, pero ya no son novedosas», reclama Muñoz.

«Puga se reinventó en cada libro. Podemos encontrar personajes que en un primer texto aparecen con poco trabajo y posteriormente son reinventadas como protagonistas de novelas notables pienso en una amiga de la narradora de Pánico o peligro (1983), que después será personaje protagónico reelaborado en La reina (1995), por ejemplo—».

Roberto Cruz introduce otro aspecto que jugó contra la Puga y en favor del hijo del diplomático Rafael Fuentes: la resonancia internacional que tuvo éste último, amigo en vida de Milan Kundera, Luis Buñuel o Julio Cortázar, entre tantos otros. En cambio, la novelista hizo menos ese trabajo de relaciones sociales y alcanzó un impacto más modesto.

«Los personajes de Fuentes, que son el tipo de personaje propio de la novela de alegoría del Estado nación, son figuras más que encarnaciones, son formas históricas con nombre pero cuya existencia debe más a especulaciones sobre el espíritu nacional, la historia patria, la ontología de lo nacional que a la formación de subjetividades narrativas.

«Los personajes de Puga, en cambio, suelen ser personajes en tono menor, gente con contradicciones y búsquedas en la base de la supervivencia; son, claro, también personajes atravesados por la historia, pero no en forma de designio sino de accidente», subraya Roberto.

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«Una diferencia fundamental entre ambos es que Puga era una autora leída y conocida en el plano nacional, acaso local; mientras que Fuentes lo era en el ámbito internacional e hispanoamericano. Eso puede expicar también cómo es que la fama de uno sobrevivió a las últimas malas novelas, mientras que la de la otra no ha pasado del reconocimiento, franco y atinado, de académicas, escritores y sus lectores de a pie».

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Los diarios de la Puga fueron un elemento central del desarrollo de su prosa, aspecto en el que coinciden analistas de su obra. En la imagen se distinguen anotaciones sobre la que será su novela ‘Pánico o peligro’. Colección Latinoamericana.

3. ¿Es Puga una escritora feminista, con una conciencia crítica de ser mujer?

«Los personajes femeninos son relevantes en la obra de Puga precisamente porque pone en crisis ciertos preceptos o dinámicas sociales bien establecidas que perjudican o subordinan a la mujer», responde Silva.

«(En sus obras) encuentro que el poder subyugante sobre una mujer puede ser ejercido por otra mujer; o que un niño –personaje frecuentemente relacionado con la inocencia o la vulnerabilidad– es quien puede generar el cambio en el mundo adulto. Me parece que Puga apuesta por cuestionar y desmontar los preceptos que se tienen sobre el género y el poder. Puga es una autora no sólo feminista, sino una escritora cuya preocupación y ocupación se dedicó a quienes se encuentran en la adversidad«.

Jorge Muñoz considera que la riqueza en el trazo de sus personajes abre una conciencia crítica sobre la condición de la mujer en el mundo.

«(Puga) explora los silencios, los diálogos, las relaciones de poder en distintos ámbitos en los que la mujer ha sido sometida desde hace siglos y en los cuales comienza a gozar de algo de equidad».

4. Pese a su solvencia narrativa, la obra de Puga no es sencilla ni fácil de consumir. ¿A qué deben atenerse, cómo deben prepararse los lectores que se acercan a su literatura?

«No es una obra que se lea fácil, como buena parte de la narrativa de la segunda mitad del siglo. Es una obra exigente formalmente, que difícilmente puede reducirse a la anécdota o a las relaciones de unos cuantos personajes», pondera Roberto Cruz.

«Diría que quien quiera leerla debe tener la paciencia de saber escuchar sus frases y de dejarse llevar por las perspectivas y formas de sus voces narrativas. Es una paciencia que recompensa».

5. En términos de público y de importancia en la historia literaria nacional, ¿dónde está María Luisa Puga hoy?

«Se le lee, pero sobre todo en un círculo reducido de lectores y lectoras especializadas, me temo que mayormente porque sus obras no circulan con la apertura que debieran», dice Cruz Arzabal.

«Ahora mismo tiene un lugar menor en nuestras letras y es muy poco conocida por el público, incluso por la misma gente que estudia letras. (Pese a esto) tenemos una gran escritora a la que no hay que tenerle miedo ni considerarla inalcanzable. No es autora fácil, en efecto, pero considero que el lector, el consumidor actual de narrativas como el cine, el cómic y las series posee las herramientas necesarias, básicas, para entrar en contacto y disfrutar del reto que implica la obra de Puga», dice en tanto Muñoz.

Pese a las adversidades, Alejandra impulsa una reivindicación de su importancia estética: en el conocimiento de la obra de la mexicana resta todo por hacer.

«La propuesta literaria de Puga es relevante porque exhorta a sus lectores a ir más allá de lo conocido para explorar otras posibilidades de usar el lenguaje y contar una historia», estima Silva.

«Experimentó con las técnicas narrativas y creó personajes y situaciones polifacéticas que requieren ser vistos desde diferentes perspectivas, complejos por definición. Pienso que Puga fue una autora de avanzada. Si bien los esfuerzos por difundir su obra son concretos –la reedición de algunos de sus títulos, las notas periodísticas que se han publicado, así como la aparición de investigaciones académicas dedicadas a su narrativa–, considero que todavía hay mucho por hacer para lograr que el número de lectores y trabajos críticos sean proporcionales a la importancia de su obra«.

Así, una de las voces más personales e interrogativas de la literatura nacional pervive a la espera de sus lectores de amplio gesto, se mantiene en la búsqueda de su diálogo permanente y abierto con un público generoso y que a su vez también resulte interrogativo.

Ante las dificultades para leerla, sólo queda el intento. Algunos de sus títulos, por ejemplo, pueden consultarse de manera gratuita en las bibliotecas públicas del país.

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