“Pero es que ese no es un libro para niños”, “¿Cómo un niño va a estar leyendo de la guerra? Mejor dale un cuento”. Este tipo de frases con sus decenas de variantes las he escuchado en la sección infantil de las librerías.
No son pocas las personas que creen que la literatura infantil se debe limitar a ciertos temas y dejar de lado las publicaciones que hablan sobre la muerte, violaciones, derechos humanos o cualquiera que pueda ser considerado como “delicado” o algo no apto para un menor de edad.
Esos libros, los que se limitan a tocar temas “sencillos” podrían ser considerados como literatura de baja calidad, ya que sólo buscan aleccionar a los niños en lugar de abrir la conversación.
Para ahondar un poco más en los temas que se tocan (o no), República 32 habló con el escritor y crítico de literatura infantil, Luis Téllez, sobre como algunas publicaciones dirigidas a los más pequeños se “vuelven como capítulos de la Rosa de Guadalupe”.

Téllez está en contra de los libros para niños que sólo buscan ganar valor por el simple hecho de hablar de algún tema delicado, como el abuso sexual, los problemas psicológicos, cuestiones de maltrato, entre otros.
“Se vuelven como capítulos de la Rosa de Guadalupe en donde lo que tú estás viendo es un mensaje unívoco, envuelto en una mala historia. Eso entorpece el trabajo de la promoción de la lectura. Porque los niños no son tontos y se dan cuenta de que no les quieres contar un cuento, sino que les quieres dar una lección, y eso a cualquiera lo harta”.
Además, muchos promotores de la lectura hacen a un lado ciertos libros sólo por el tema que tocan, señaló Luis.
“Si un tema es difícil y no tienes las posibilidades de hablarlo de frente con los niños pues no lo hables, no les vengas a decir que esta es la literatura”.
Lo anterior lo ejemplificó con el cuento chileno “Nicolás tiene dos papás”, sobre un niño cuyos papás son dos hombres y cuando entra a la escuela se da cuenta que sus demás compañeros tienen mamá y un papá.
Algo muy ridículo, dijo el crítico, pero que la gente defiende porque habla de las familias homoparentales.

“Yo creo que ese libro no le hace ningún favor ni a la literatura ni a las familias homoparentales. Ni abre la conversación sobre la sexualidad ni los tipos de familia, y sí hace un muy mal cuento”.
“Es como un arma de doble filo que haya estos libros que en vez de abordar lo literario aborda un mensaje”.
La historia (y no el mensaje) es la prioridad
La prioridad para el crítico de literatura infantil es la historia a contar. “Si a mí me preguntaran de qué trata Pedro Páramo, pues diría que de un montón de cosas, entonces de eso mismo tienen que tratar los libros para niños”.
“Caperucita no trata de un sólo tema, Peter Pan tampoco trata de un sólo tema.
«La literatura no está hecha para tratar temas, es para que nos encontremos con nosotros, para llorar o reír, y ya en la discusión o el análisis podemos ver que habla de la dictadura franquista, de la Guerra Cristera —para retomar Pedro Páramo—, pero dudo mucho que Rulfo haya dicho ‘voy a hablar de la Guerra Cristera y va a ser un lugar en donde todos estén muertos’. Creo que de pronto por ahí falla mucho la literatura para niños”.
Si el libro está pensado para transmitir un mensaje estético, literario en el que además haya buen contenido, apuntó, hace que los promotores de literatura infantil puedan hacer un trabajo mucho más fácil.
“Creo que el que aparezcan libros sobre la muerte, el divorcio, el abuso sexual, la guerra, a veces pueden ser contraproducentes, porque hay libros que son malos, que están hechos sólo para poder hablar de un tema como del 68 y hacen un cuento en el que todo el tiempo están aleccionando. Eso hace que la mala literatura ande circulando y le den valor sólo porque trata un tema”.

Los temas fuertes en la literatura infantil
Luis dijo que a él le ha tocado leer muchos libros que hablan sobre la violación, además, entre el 2000 y 2005 hubo un boom de novelas en países como Alemania, principalmente, que hablaban del nazismo.
“Muchas hablaban sobre que el chavito o los papás del chavito habían descubierto que su abuelo había sido nazi y había participado en la Segunda Guerra Mundial.
«Había todo un ejercicio de memoria y de comprender por qué lo había hecho sin disculparlo, pero es ese conflicto que tiene Europa todavía en los libros para niños, y me parece muy importante”.
Haciendo un paralelismo con América Latina, actualmente en países como Chile o Argentina hay libros que hablan sobre las dictaduras en esos países en las décadas de los 80 y los 90, de diferentes ángulos, algunos muy informativos, de reportaje, que dicen quiénes son las abuelas de la Plaza de Mayo, qué han hecho, qué ha pasado con su lucha, hasta novelas muy fuertes pero a la vez francas y honestas.
Una de estas novelas es Los ahogados de María Teresa Andruetto, que habla de una pareja que está huyendo con su hijo porque los están persiguiendo.
Esta historia no tiene un lugar feliz, al igual que no lo tiene América Latina, acusó Téllez.
En México también existe esta literatura infantil que toca temas delicados, como lo son los trastornos alimenticios.
“De repente creemos que es un problema de burgués, de gente que no tiene otros problemas, pero es un problema muy fuerte para los adolescentes, porque es un problema que tiene que ver con la concepción de la belleza, de cómo somos y de la aceptación del cuerpo”.
Una de las autoras que Luis recomendó sobre este tema es Mónica Brozón con su libro 36 kilos, que habla sobre una niña que sufre de anorexia.
Otro más que aborda temas fuertes es Jaime Alfonso Sandoval, que en libros como Operativo nini habla de un chico que asistirá a la fiesta de sus compañeros de generación de la secundaria y él a sus más de 20 años nunca ha conseguido un trabajo, algo que retrata con mucho humor.
La falta de empleo para jóvenes, la aceptación del propio cuerpo o los problemas políticos del país parecerían temas que sólo les interesa o concierne a las personas mayores de edad, quienes cuentan con la capacidad para poder asimilar o reflexionar sobre ello, sin embargo, gracias al trabajo de cientos de escritores y promotores de literatura infantil, podemos ver que no debemos ser así de reduccionistas, que ser niño no es sinónimo de menor interés o capacidad para comprender situaciones delicadas.
“Los niños no son tontos”, recalcó Luis Téllez en la entrevista, ¿entonces por qué muchas veces son tratados como tal, como si no supieran qué pasa?
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