Ante la amenaza que el crimen organizado representa y la indolencia del Estado para dar seguridad, los ciudadanos de algunas zonas de México rompieron relaciones con policías y políticos para velar por su propia seguridad.

Tancítaro en Michoacán, Ciudad Nezahualcóyotl en el Estado de México y una de las ciudades más ricas del país, Monterrey, son claves para entender cómo la sociedad mexicana asume a los cuerpos policiales y al gobierno como parte de la amenaza, según un reportaje del New York Times.

Sin embargo, el diario estadounidense advierte que los avances que han logrado estos ciudadanos son frágiles y no pueden durar para siempre.

Tancítaro es un pueblo que logró expulsar no sólo al cártel sino a la policía local, luego de que propietarios de huertos y empresarios aguacateros financiaran la revuelta armada.

«La delincuencia y los abusos policiacos están resurgiendo, sobre todo en las zonas de escasos recursos donde el índice delictivo se está disparando». The New York Times.

Hoy el resultado es una milicia que controla las calles y que ha instaurado un régimen similar al del narco: aquí manda quien tiene las armas. Estos grupos armados son coordinados por la Junta de Sanidad Vegetal, compuesta por los mismos empresarios aguacateros que dieron los recursos.

Aunque en este aparente paraíso de seguridad se han instaurado consejos ciudadanos que apelan a la democracia, en la práctica sus integrantes tienen poco poder, mientras que el gobierno central no ha intentado restaurar las instituciones dentro del pueblo.

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Tancítaro, Michoacán. Foto: Brett Gundlock for The New York Times

Los autores del reportaje –Max Fisher, Amanda Taub y Dalia Martínez– detallan que en Monterrey no se tomaron las armas, la clave fue el diálogo entre un grupo de empresarios y el gobierno.

El llamado Grupo de los 10 se ofreció a financiar y reformar la policía de secuestro del estado, luego de que varios sufrieran amenazas y ataques (como el que padecieron miembros de seguridad de Femsa).

Los empresarios contrataron consultores y el entonces gobernador, el priísta Rodrigo Medina, anunció una nueva fuerza policial. El proyecto fue exitoso y los índices delictivos bajaron, en las zonas de bajos recursos las calles se volvieron seguras y se renovó la confianza de los ciudadanos en la policía.

Pero el proyecto tuvo fecha de caducidad: el cambio de gobierno. Cuando el nuevo gobernador, Jaime Rodríguez “El Bronco”, asumió el mando, designó amigos en cargos clave y dejó que los avances en seguridad colapsaran.

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Jaime Rodríguez, El Bronco. Foto: Cortesía.

En el texto del NYT se hace referencia a que la delincuencia y los abusos policiacos están resurgiendo, sobre todo en las zonas de escasos recursos donde el índice delictivo se está disparando.

Los avances en Ciudad Nezahualcóyotl también están en la cuerda floja.

De acuerdo con la investigación del diario, este lugar pegado a la Ciudad de México y con 1 millón de residentes, solía ser símbolo de pobreza, violencia de pandillas y corrupción policial.

Aunque todavía no es sinónimo de paz, su territorio sí es mucho más seguro.

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Jorge Amador, ex académico y jefe de policía, fue quien ha probado decenas de recetas para lograr conformar lo que hoy es Neza: él rehízo la fuerza a su imagen, creó una identidad cívica.

Su experimento, dice, es exitoso pero está en medio de áreas en donde el crimen va en aumento y también vive a expensas de fracasar, como en Monterrey, si alguien diferente al partido en el poder (PRD) toma el mando del municipio.

El reportaje del New York Times surge en el momento en que México concluye el 2017 con el galardón de ser el año más mortífero de las últimas dos décadas.

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