“No somos infiltrados”, fue la defensa de dos encapuchados que marcharon el pasado 24 de abril para protestar sobre la desaparición de Marco, Daniel y Salomón, estudiantes de cine, presuntamente asesinados por el Cártel de Jalisco.

Antes, durante la marcha y en redes sociales había un acuerdo: la protesta era pacífica, y quienes no respetaran eso, no representaban el movimiento.

La consigna: “¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos. Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos. Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.

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A las cinco de la tarde de un martes en que los periódicos publicaron que los estudiantes habían sido disueltos en ácido, miles de personas se organizaron para salir a la calle a exigir justicia. ¿Quiénes? Maestros y estudiantes de cine, feministas, alumnos de políticas, oficinistas, periodistas, y tres etcéteras más.

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La noche del 19 de marzo un grupo disfrazado de agentes de la Fiscalía interceptó a los estudiantes en una carretera y los levantó. Foto: Animalpolítico

¿La causa en común? “Porque no quiero que me maten por hacer mi trabajo”, dijo Aketzali, emputada, durante la marcha a la que fue con sus compañeros de la clase de guión cinematográfico.

“No son tres, somos todos”, fue la consigna que acompañó la marcha. ¿Pero a quiénes incluía ese “todos”?, ¿a las mujeres asesinadas en situaciones que nunca serán clasificadas como feminicidios, a los periodistas cuya “causa” de muerte fue hacer su trabajo, a las desapariciones forzadas que las autoridades tratan de justificar con un “es porque estaba bonita” o “seguro andaba en algo”?

“Taparse el rostro es una manera de protegerse”, dijo otra persona en la misma marcha que parece repetirse cada mes.

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¿Quién argumentó que tenía que cubrirse el rostro? En realidad pudo ser cualquier persona al sentirse insegura incluso al marchar, un estudiante de políticas a uno de cine, uno de filosofía a otro de comunicación o un periodista a un maestro y todas las variantes entre ellos.

¿Qué había en común? Estar hasta la madre y con miedo, ¿quiénes, otra vez, quiénes? Quien critica puede ser la próxima persona por la que marchemos.

¿Los estudiantes sólo protestan por otros estudiantes, los periodistas alzan más la voz y se unen cuando atacan a un compañero, los feminicidios únicamente son denunciados por las feministas? ¿Cuántos creen que así funciona la empatía y cuántos creen que esto es una cara del reduccionismo?

Caminar varios kilómetros acompañado de personas que exigen lo mismo que tú sería una respuesta, o por lo menos una razón para seguir marchando.

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El director Alfonso Cuarón, ganador del Oscar por Gravedad, y el actor Gael García Bernal se unieron al luto y repudio de la violencia que asola al país. Foto: Animalpolítico

¿Y los demás, por qué calle caminan los que no van a las marchas y aún así escriben sobre esto (guiño y autocrítica), los que comparten información en tiempo real, replican videos y fotos? ¿Qué parte del porcentaje que posiciona —por decirlo menos— un hashtag, también camina y exige la aparición con vida de su compañero de clase, amiga, madre, vecino, conocido?

¿Quién está exigiendo a tu lado? ¿Esa persona gritaría “justicia” para que tu familia o amigos —mínimo— pudieran saber qué pasó contigo? ¿Tú lo haces?

La persona gritando a tu lado también ha sido ignorada, lo sabes, ¿entonces quién escucha a quién?

O más específico, ¿qué (PGR, Segob, MP…) escucha a quién (Ayotzinapa, Tlatlaya, feminicidios, desapariciones…)?

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Si llegaste a esta parte del texto podrás ver que lo que leíste es un signo de interrogación perfilado a más preguntas.

Texto que al final termina en el catálogo inasible de internet y que no es, ni por asomo, la panacea de los problemas del país (que además incluye su obviedad).

¿Entonces es inútil intentar ser escuchado, criticar, denunciar, preguntar?

No.

¿Entonces?

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