“Bienvenidos al primer debate entre los aspirantes a la presidencia de la República”, daba la bienvenida Guadalupe Juárez un 26 de abril de 2006, la primera invitación que Andrés Manuel López Obrador recibió para enfrentarse cara a cara con sus contrincantes por la presidencia de la República.
Ahí estuvo el priísta Roberto Madrazo, Patricia Mercado del Socialdemócrata, Roberto Campa de Nueva Alianza y quien triunfaría meses después, el panista Felipe Calderón; pero no Andrés Manuel.
Su ausencia en el encuentro marcó un parteaguas en el desenlace de aquella elección y fue uno de los mensajes que envió en su primera vez como candidato, pero no fue el único.
El error de no asistir al debate le costó puntos en las encuestas y metió en la batalla a Calderón, después de ese paso en falso no volvería a faltar a un debate.
Este domingo resulta una oportunidad para consolidarse en el primer lugar de las preferencias o comenzar a perder terreno frente a sus contrincantes.
Pero, ¿qué armas verbales utiliza Andrés Manuel para dominar los enfrentamientos?

En República 32 analizamos los primeros debates de Andrés Manuel, desde el que tuvo en el 2000 con Diego Fernández de Cevallos, el segundo debate por la presidencia de 2006, el primer encuentro de 2012 y los discursos que ha manejado este 2018, la antesala para su aparición del próximo 22 de abril.
Para José Antonio Crespo, politólogo, todos estos años, Andrés Manuel ha sembrado la imagen perfecta para el contexto que se vive actualmente en México.
“Le ha favorecido repetir el mismo discurso de los buenos y los malos durante los últimos años, pero ese verbo que le hizo perder votos en 2006, ese maniqueísmo, ahora es útil porque la gente está igual de polarizada que él: de un lado está el PRI y el PAN, del otro AMLO como la única opción para quienes sólo ven negro y blanco”.
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De acuerdo al análisis de 2012 de los lingüistas especializados en política, Yolanda Meyemberg y José Antonio Lugo, ¿Qué dicen los candidatos? Análisis del discurso de campaña, Andrés Manuel se articula desde una posición de “autoridad moral”, separa a los buenos de los malos y él siempre está del lado de los buenos.
En su encuentro con Diego Fernández de Cevallos, en el programa de Joaquín López Dóriga, el tabasqueño increpó a su rival con una frase: “¿Y ustedes han respetado al pueblo de México haciendo acuerdos a sus espaldas? Aquí vengo a representar a mucha gente agraviada por ustedes”.
Años después, la frase se convirtió en el germen de la ya clásica “mafia del poder”, el pequeño grupo de personas que se benefician a costa del pueblo, de acuerdo con el discurso que AMLO ha construido.

El mismo mensaje lo envía seis años después en su discurso de apertura: “No es posible que unos cuantos tengan todo y la mayoría carezca hasta de lo más indispensable”. Ese año fue en el que surgió su frase “primero los pobres”.
En 2012 el primer debate de aquel ciclo de elecciones, Andrés Manuel se enfocó a explicar que a México le va mal por “el grupo que se ha venido apoderando de todo”.
Culpó, de nuevo, a Carlos Salinas de Gortari, de tomar la decisión de “formar un grupo compacto con sus allegados y entregó bienes de la nación (…) en este periodo se acumuló riqueza en unas cuantas manos como nunca se había visto en nuestro país, pero a costa del sufrimiento, de la pobreza de la mayoría de los mexicanos”.
Los especialistas explican que de esta forma trata de dejar en claro que él representa el bien y el resto el mal.
Una de las herramientas que ha utilizado es mostrar fotografías de sus principales adversarios acompañados de Salinas de Gortari, esto, explica José Antonio Crespo podría resurgir en el debate del domingo y podría, incluso, ser efectivo, considerando que es una oportunidad de decir “la única opción de cambio soy yo”, luego de doce años de gobiernos que han reforzado la percepción de corrupción que han consolidado la idea de la existencia “la mafia del poder”.

Los lingüistas agregan que su mensaje es repetitivo, que no importa el lugar en el que se encuentre Andrés Manuel siempre dice lo mismo. Si revisamos sus apariciones en debate, maneja los mismos discursos que durante su campaña y el discurso de sus campañas no ha variado en los últimos 12 años.
Por ejemplo, en 2006 para solucionar la inseguridad y la violencia propone “cambios de fondo”: combatir la pobreza, el desempleo, la desintegración familiar y la autosuficiencia alimentaria.
Para la siguiente edición, Andrés Manuel responde a la pregunta de si mantendrá a las fuerzas armadas realizando tareas de seguridad pública diciendo que primero la va a moralizar a la policía para que el ejército vaya saliendo, pero que “primero hay que atender las causas del delito: tiene que haber trabajo, bienestar, atención a los jóvenes”.
Mientras que en su campaña el eje de la seguridad tiene como base la implementación de programas sociales como trabajo para todos, becas para jóvenes y personas en situación vulnerable.
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Según Crespo, esto podría ser uno de sus puntos débiles en el próximo debate porque “López Obrador no es bueno para improvisar por eso se mantiene en las mismas ideas que repite a lo largo de todo el proceso electoral, el esquema de este debate es diferente y si no lo maneja bien, puede salir perdiendo”.
Otra de sus características es que “utiliza conceptos propios del lenguaje político de México en el siglo XIX”, se cita en el libro. Coincidentemente, en todas sus apariciones hace referencia a los buenos y los malos de esa época de la historia de México, para fortalecer sus ideas se basa en Benito Juárez, para reforzar sus comentarios sobre los “villanos”, utiliza a Antonio López de Santa Anna.
Su discurso tiene un tono ideológico, explican los lingüistas en su obra. “Sostiene que la voluntad por sí sólo, desde el ejercicio del poder, puede resolver todos los problemas”. Esto se relaciona con el hecho de que menciona de que si hay un presidente honesto, el gobierno será honesto, su principal propuesta para combatir la corrupción.
Andrés Manuel no la tendrá fácil este domingo. “Es el puntero y el puntero siempre está en riesgo, pero tiene un clima a su favor: el contexto nacional”, dice Crespo. Adelanta que López Obrador se mantendrá moderado, con un discurso de paz y amor, de “no caigo en provocaciones”, pero siempre con la misma idea: yo soy el cambio verdadero.