Google Imágenes comenzó a funcionar en 2001 cuando miles de personas buscaron fotografías de Jennifer López en un vestido verde elaborado por la firma Versace. Así podríamos decir que la influencia del pop (y de López) logró que millones de personas alrededor del mundo tuvieran acceso a un banco mundial de imágenes.
Ese mismo año se subieron a Google 250 millones de imágenes fotográficas. Para 2005 ya había un billón de ellas y en 2010 se contabilizaban 10 billones.
Luego de esto, la evolución de las imágenes se ha expandido a múltiples plataformas: Tumblr, Instagram, el olvidado Blogspot o incluso las redes más “primitivas” (eufemismo para las primeras redes sociales en las que participamos) como Fotolog o Metroflog.

Gracias a la demanda cada vez más amplia del uso/búsqueda de imágenes, ahora es prácticamente imposible no encontrar algo que ilustre cualquier tema.
De hecho, la capacidad de consumo de imágenes es tan grande que ha dado paso a la creación de páginas como Shutterstock, en donde cualquier persona puede comprar fotografías individuales, en paquete o por cierto plazo de tiempo. Y ésta sólo forma parte de un enorme grupo de empresas dedicada a dicho mercado.
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Ésta no es la única manera en la que se comercializa o se viraliza una imagen. El claro ejemplo está en los memes, imágenes que debido al contexto en el que se publican, hace más fácil su circulación.
Bajo la sombra de este mismo ejemplo caben las llamadas “cursed images” o “imágenes malditas”, que lejos de dar un mensaje “prohibido” causan morbo debido a que no queda muy claro su origen, y por el contrario, cumple con la regla-duda de las “5W”: quién, qué, cuándo, dónde y por qué, que en inglés comienzan con la letra W.
Pero, y haciendo un guiño a Carver, de qué hablamos cuando hablamos de “cursed images”. La definición del Urban Dictionary queda un poco corta si no se le anexa un par de ejemplos gráficos, como estos:


“Las cursed images son las que incomodan, que encontramos rara, que de cierta forma es desagradable y sin embargo nuestra curiosidad por lo mórbido nos motiva a verla, a buscarla y a seguir consumiendola”, de acuerdo con Daniel Franco, creador de este tipo de imágenes.
Daniel desarrolló esta idea al participar en un coloquio experimental de filosofía pop realizado en la UNAM, en el que habló sobre su concepción estética y etimológica de las “imágenes malditas”.
¿Por qué las personas se sienten atraídas hacia lo mórbido, uno de los pilares de las «cursed images»?
Según Franco, en español utilizamos este término para definir a las cosas que son blandas, sensibles o que están en carne viva. Aunque también se utiliza para definir el hecho de que una persona contemple algo desagradable, “que forma parte de nuestro instinto de supervivencia y es una necesidad humana que parte de contemplar el peligro sin estar dentro del peligro”.
Algo que no está relacionado al 100 por ciento con el consumo de imágenes per se, pero que sí tiene mucho de morbo y consumo, son los cuadros pintados por asesinos seriales encarcelados, vendidos a precios nada accesibles. Esto es otro mecanismo con el que se ejemplifica que las cursed images no quedan encerradas en los límites del internet.

El anterior sólo es uno de los ejemplos, como lo es Shutterstock, de lo que cabe dentro del concepto de “imágenes malditas”.
“Casualmente hoy muchas personas construyen las cursed images, las vuelve virales, las replica y genera un nuevo paradigma de la autoría”.
Las consecuencias del consumo de estas imágenes tiene efectos secundarios: quienes las consumen pueden superar la culpa de tener curiosidad, lograr crear un deseo por “lo prohibido”, genera una aceptación por la empatía y la búsqueda constante de nuevas formas de ver la realidad.
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Al prohibir su consumo, inmediatamente aumenta el nivel de curiosidad de acceder a ellas, tal como pasa con las drogas ilegales o todo comportamiento que toque los límites legales o se salgan de ellos.
Justo por esto mismo las “cursed images” comenzaron a capitalizarse y personas empezaron a sacar dinero de ellas, tal es el caso de la página Lurid Digs, que se especializa en diseño de interiores, aunque con un detalle particular: analizan las imágenes de hombres homosexuales que suben sus fotos desnudos a perfiles de citas, aunque dejan de lado el cuerpo y se enfocan en la decoración de sus cuartos, los detalles que “menos” importan para quienes buscan una cita pero los más relevantes para una página como ésta.

¿Cómo logran proliferar este tipo de mensajes? Siguiendo la idea del ensayista Nicolás Cabral, “la censura ya no es útil a los señores del dinero”, por lo que al pensar en la capitalización de las “imágenes malditas” también habrá que tener en mente la capacidad integradora del sistema y “su habilidad para convertir toda protesta en una nueva oferta mercantil”.
Aunque Cabral enfoca su ensayo “Por una crítica de vanguardia” al arte contemporáneo, sus planteamientos se pueden aplicar a este tipo de imágenes al formar parte de una creación actual.
Samuel Beckett decía que la forma de irrupción de “lo nuevo” está mediante la ruina del lenguaje, por una parte tenemos la ruina de la lengua en donde se rompe la relación entre “las palabras y las cosas”.
“La crítica y el arte de avanzada persiguen el comienzo que implica ‘lo nuevo’, aquello que surge luego de la borradura de las apariencias”.
¿Podrían las “cursed images” ser una crítica a lo establecido? ¿O son una nueva forma consumo?
El escritor Rafael Lemus, al hablar sobre el miedo hacia el arte contemporáneo, asegura que por cada docena de personas que están listas para “alquilar una columna de opinión política, hay uno o dos valientes que todavía confían en el debate estético —o en que el debate estético es, puede ser, entre otras cosas, discusión política. Desde luego que no se equivocan: escribir hoy crítica de arte contemporáneo —o para el caso, de literatura o música o arquitectura contemporáneas— significa criticar nuestra época en tiempo real”.
Así, si seguimos la línea de “en tiempo real”, podemos ver que las “imágenes malditas” son un resultado contemporáneo de la forma en la que consumimos imágenes y cómo este mismo consumo sigue en evolución.