El 1 de julio del 2018 será recordado como el día que los mexicanos sacaron al PRI del gobierno.

José Antonio Meade llegó cobijado por un coro de aplausos a la sede nacional del partido, de la mano de su esposa Juana Cuevas. Ambos desencajados, tratando de sonreír a todos pero con la derrota en la espalda y en las urnas.

Los aplausos se frenaron en seco cuando Meade declaró que las tendencias no los favorecían y le deseó lo mejor a López Obrador.

El 1 de julio del 2018 será recordado como el día que los mexicanos sacaron al PRI del gobierno y le demostraron al gobierno de Peña Nieto que no, que México no avanza y nunca avanzó durante largos y criminales seis años.

Meade acepta derrota del PRI

La corrupción fue su tumba y estas elecciones sirvieron de funeral para un partido que gobernó México por más de 80 años. Atrás de Meade, los ex gobernadores Eruviel Ávila y Rubén Moreira, de Estado de México y Coahuila, respectivamente; delante de él Virgilio Andrade, Emilio Gamboa, Javier Lozano, René Juárez y un coro de gritos: «¡Gracias, Pepe!» Y el silencio le cedió la palabra a Meade: «Las tendencias no nos favorecen», repitió.

Los priístas-cara-triste no hacían otra cosa que aplaudir mientras miraban al piso, posiblemente buscando la candidatura del ex secretario de Hacienda, que después de las elecciones dijo que se tomaría «un periodo de reflexión» para saber qué sigue en su carrera política. El discurso histórico fue dado bajo una carpa blanca que sirvió de eco para la derrota. Los aplausos, el coro y el griterío se quedó encerrado en la sede nacional del PRI, porque afuera, en las urnas, Obrador se consolidaba como el próximo presidente de la República.

Meade acepta derrota del PRI

El candidato no va a responder preguntas de prensa, fue la indicación previa a las palabras de Meade, y sí, luego de aceptar la ventaja de AMLO, dio tres pasos atrás para que el presidente del partido, René Juárez, confirmara la derrota. «Analizaremos las razones por las que hoy no merecemos el respaldo ciudadano», dijo Juárez, mientras volteaba a ver al ya ahora ex candidato.

Derrotados y entre gritos, los priístas agradecieron a todos el equipo de campaña y al presidente Enrique Peña Nieto, por obvias razones el gran ausente en la noche de derrota. «¿Y qué sigue?», preguntó uno de los priístas que vestía el típico chaleco rojo de la campaña.

«Lo que sigue», dijo Juárez sin señalar exactamente qué era ese futuro al que se aferrarán. «Ni modo güey, a chingarle», comentó otro de los asistentes mientras salían de la carpa. Luego, y como si se hubieran puesto de acuerdo, los priístas caminaron en silencio hacia el edificio Lázaro Cárdenas, en donde se reunieron en privado antes de abandonar la sede.

«Ya hay que quitarnos esta madre [chaleco], qué vergüenza», se lamentó otro militante mientras prendía un cigarro «para el pinche coraje». Pasaban las 8:00 de la noche cuando la sede nacional del PRI comenzó a vaciarse en una peregrinación de caras largas mientras en las calles las personas comenzaban a festejar la victoria de Morena.

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