Alfonso Navarrete Prida tenía 26 años cuando se unió al PRI como miembro de la Juventud Popular Revolucionaria; tardó sólo dos años en iniciar formalmente su carrera política, a la sombra de ese partido.
Jorge Carpizo McGregor fue su primer senséi, pues lo mantuvo como su secretario particular en tres dependencias diferentes: la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Gobernación, todo entre 1991 y 1994.
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Después, el doctor en derecho penal ocupó diversos cargos dentro de la PGR, pero su premio mayor llegó cuando en 2001 Arturo Montiel, entonces gobernador del Estado de México, lo nombró Procurador General de Justicia del Estado de México, el puesto clave que definiría su futuro dentro de la política mexicana.
Ahí Navarrete Prida tuvo que dar muestras de lealtad y eficacia.

Una de sus pruebas llegó el 7 de diciembre de 2004, cuando se confirmó que Enrique Salinas de Gortari, hermano del ex presidente Carlos, fue encontrado sin vida en un vehículo abandonado en Huixquilucan.
Al momento, Navarrete Prida guió las investigaciones hacia la extorsión y acusó a dos policías de la entonces Agencia Federal de Investigación de hacer las supuestas llamadas, pero ambos uniformados fueron absueltos un año después. El caso sigue sin siquiera tener sospechosos claramente señalados.
Quizá Navarrete estaba distraído por los rumores que decían que él podría ser el sucesor de Arturo Montiel en la gubernatura del estado en 2005, un cargo por el que pelearía con Enrique Peña Nieto. Todos sabemos que perdió ante el hoy presidente de México.
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Esa derrota fuera de las urnas lo llevó seguir dirigiendo la Procuraduría estatal y forjar una relación cercana, casi de hermandad, con Peña (cada quien estuvo presente en la boda del otro, por ejemplo), quien lo ratificó en el cargo de seguridad en 2005.
Lo que no esperaba era que tendría que defender a Arturo Montiel a capa y espada tras las acusaciones por enriquecimiento ilícito que rondaban al ex gobernador.

El argumento de Navarrete, según reportó La Jornada, era que “la actividad empresarial que desarrolló su ex jefe antes de ocupar la gubernatura le permitió amasar un patrimonio suficiente y una sólida económica para adquirir varios inmuebles durante el periodo en que se desempeñó como titular del Ejecutivo estatal.
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«Entre ellos una residencia en Careyes, Jalisco, otra en Valle de Bravo, Estado de México, y hasta un departamento en París, Francia”.
La defensa a ultranza de Montiel lo llevó a dejar el cargo.
Navarrete desapareció de la esfera pública por unos meses, pero su amistad cercana con Peña lo llevó de nuevo al gabinete en 2008, esta vez como Secretario de Desarrollo Metropolitano, aunque renunció un año más tarde para convertirse en diputado federal por el PRI, donde fue integrante de las comisiones de presupuesto y cuenta pública, además de la de trabajo y previsión social.
Ese mismo lazo de hermandad con el hombre que ocupa la silla presidencial lo llevó hasta la titularidad de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en donde ha pasado los últimos cinco años.
La misma dependencia que abandonó la tarde del miércoles 10 de enero para suplir a Miguel Ángel Osorio Chong en Gobernación, una movida que adelantó República 32 el 27 de diciembre.