Isaac Asimov es uno de esos imprescindibles en las conversaciones de los fanáticos de la ciencia ficción e integrantes del arraigado mundo de la tecnología. Siempre aplaudido por sus visionarios textos y entrevistas, al novelista y científico ruso (1920-1992) le debemos la enunciación de las leyes de la robótica.
Los tres planteamientos concebidos por el escritor son principios esenciales que buscan garantizar que las máquinas operen en beneficio de una perspectiva humana y que, en cambio, sean incapaces de destruir la vida orgánica para sobreponer su realidad de redes de información y procesos computacionales.
Sin embargo, el trabajo intelectual del autor de la enorme saga de Fundación se comprometió a ejercer la visión abarcadora de la comprensión filosófica del mundo: herencia de la tradición occidental clásica y su diálogo con el Oriente.
El novelista y visionario en una entrevista en 1988 sobre el impacto que Internet tendría en nuestras vidas. Video vía YouTube
Junto con Aristóteles, Werner Herzog, René Descartes o Carlos de Sigüenza y Góngora, Isaac Asimov procuró la poligrafía y poner atención tanto en especulaciones cuentísticas sobre el origen de dios y el universo, como en relatos que, a través de la divulgación narrativa, explicaran al gran público el origen de los Estados Unidos o el proceso de consolidación de la Europa moderna a través de las tensiones políticas permanentes de la Edad Media.
O bien, trabajó la historia de Roma, cuya estructura política gestada durante siglos define a la fecha muchos de los rasgos de la cultura occidental, toda vez que el imperio inaugurado por Julio César fuera capaz de integrar en un mismo proyecto de Estado culturas tan disímiles como la judía, la egipcia, la celta, la cartaginesa y otras: pueblos y estilos de vida desplegados a lo ancho de la Cuenca del Mediterráneo.

En resumen, además de la comprensión imaginativa de circuitos e inteligencias artificiales, Isaac Asimov impulsó la integración de los automóviles voladores y las ciudades híper modernas con su origen localizable en la cultura desarrollada entre la arcilla y el trueno, el eclipse, los espíritus de los ríos, el asalto del jaguar, el miedo a la noche, el asombro del sexo, las vasijas de barro, las herramientas de palo, entre calzones de manta y sandalias.