En el Valle del Elqui abundan los itinerarios de turismo espiritual, las ofertas para alinear los chakras, vibrar con cuarzos, conectar con las estrellas, limpiarse y aprovechar uno de los cielos más despejados del mundo para indagar en los pliegues del manto celeste.

Ubicado en la región de Coquimbo, al norte de Chile, el Valle es todavía una región callada donde sus moradores miran el futbol recargados en la barra de la tienda mientras discuten los desempeños de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli al frente de la Selección, rodeados de una inmensa noche de silencio.

En Paihuano, uno de los pueblos que forman el cinturón de planicie abrazado por cerros monumentales que camina rumbo a la Cordillera de los Andes, la cocinera del restaurante Donde la Mirlita, con veinte mesas vacías, ralla betabeles mientras sigue el drama de la telenovela turca que da Televisión Nacional de Chile.

Gabriela Mistral
El Valle del Elqui, destino turístico por su interés astronómico. Son comunes las visitas a las fábricas de pisco en la zona. Chile Travel.

Precisamente en este mismo terreno de pastos bravos y oscuridades campesinas, en una casa pequeñita de muebles toscos, utensilios de cobre y camas de hierro, nació la educadora, diplomática y poeta Gabriela Mistral, presencia permanente entre los íconos, paredes, estaciones de camión, escuelas y museos del Valle.

La consagración y el amor oculto

Orgullosa de su formación de maestra y satisfecha por su larga carrera diplomática, desde la que recorrió México por invitación de José Vasconcelos, Estados Unidos, Suiza, Puerto Rico, Nicaragua, España y otros destinos, casi que la Mistral se declaraba poeta en la tangente, con la escritura como un oficio modesto al margen de su carrera.

No obstante, esa tenacidad de escribir siempre con una tabla sobre las rodillas, como cuando era niña, la condujo a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945.

Con esto, la primera persona latinoamericana en obtener el galardón sueco fue una mujer.

Hoy la Mistral es un ícono nacional omnipresente en Chile. Luce en un mural en las faldas del Cerro Santa Lucía, en Santiago, y en los billetes de 5 mil pesos que circulan en todo el país.

La Mistral devino ícono nacional en su país, además de un foco del discurso de unificación de Latinoamérica, en paralelo con figuras como José Vasconcelos o Pablo Neruda. Memoria Chilena.

Además, es la simbólica madre inaugural de la gran tradición poética de ese país: de Pablo Neruda a Hernán Lavín Cerda, Héctor Hernández Montecinos, Rosamel del Valle, Armando Uribe, Humberto Díaz Casanueva, Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, Rodrigo Lira, Enrique Lihn y Nicanor Parra, entre otros

Sin embargo, antes de devenir efigie de un país y, por extensión, de América Latina, tuvo que luchar por el reconocimiento de su identidad y defender su homosexualidad del conservadurismo, la doble moral y la construcción oficial de mitos, que quizás prefiere pasividad en los héroes.

“En nuestro país se celebra que Mistral haya sido nuestra premio Nobel, pero yo creo que mientras se celebraba aquello, mientras se le imprimía en billetes, también intencionalmente se trataba de ocultar lo que era ella como mujer, como mujer lesbiana», declara al semanario The Clinic Jaime Parada, el primer político chileno electo que se declaró abiertamente homosexual.

Del más silencioso valle del país más arrinconado del mundo, al centro de la discusión de una cultura en desventaja, la Mistral heredó no sólo la lucha por el amor a su secretaria estadounidense, Doris Dana, sino también la sensibilidad sutil de su escritura:

«Yo busco un verso que he perdido

que a los siete años me dijeron

(…)

Un dorso, un dorso grave y dulce

remata el sueño que yo sueño.

(…)

Es tronco muerto o es mi padre

El vago dorso ceniciento.

Yo no pregunto, no lo turbo.

Me tiendo junto, callo y duermo.»

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