Ante la violencia, los descuartizados, las balaceras, las avionetas del narcotráfico y los maquiladores de paquetitos de cocaína para Los Zetas, la veracruzana Fernanda Melchor contrapone las historias.

Voces narradas con los recursos de la literatura que no por relatadas, por manufacturadas estéticamente, son menos denunciantes, incómodas y crudas.

En su libro Aquí no es Miami, reeditado este 2018 por Random House y publicado originalmente por Almadía en 2013, Melchor hizo un mosaico de situaciones de violencia e irregularidades derivadas tanto del alma veracruzana y sus matices, como de los grupos delictivos y administraciones corruptas que la han golpeado durante décadas.

«Son historias que abarcan los años ochentas, noventas y tienen que ver con sucesos locos, historias locas de Veracruz», sintetiza la autora en entrevista.

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Portada de la reedición de Random House. Twitter/megustaleermex

Un libro que reúne abogados que podrían ser reclutados por Los Zetas, avistamiento de ovnis, migrantes desafortunados en busca de llegar a los Estados Unidos.

Que relata la historia de cárceles desalojadas para servir como locaciones de una película de Mel Gibson, reinas de belleza que devienen infanticidas sojuzgadas por el peso de la moralidad social, un linchamiento y hasta un exorcismo, entre otros detalles.

«Se trata de dar una visión de Veracruz, no es un libro que tenga caducidad, es un libro que trata de Veracruz como un personaje principal; sus contradicciones, su atmósfera compleja, esta combinación que el puerto tiene entre brillantez y diversión, y un aire sombrío y sórdido».

En el prólogo, Melchor explica su esfuerzo por amalgamar el rigor de la investigación que comprueba y el amor por los detalles de un relato que se escucha en la cantina o entre susurros. En una frase: literatura y periodismo.

«Aquí el lector no hallará ninguna fobia a la subjetividad, ninguna reticencia a sacudir el mecanismo del relato para darles a los hechos humanos un sentido distinto, más próximo al de la experiencia individual que al de la noticia».

«Tampoco hallará ficción ni fantasía, sólo historias que pudieron ocurrir en cualquier parte pero que, quién sabe por qué destino inexorable, no pudieron sino nacer en este sitio»: la ciudad de Veracruz, donde se golpea a pensionados y estudiantes en manifestaciones, se desvían millones de pesos del erario y los gobernadores huyen cómodamente en un helicóptero rojo dispuesto por el estado.

‘Muchas veces escribir es como llevar una conversación’

Envuelta en su eterna camisa a cuadros, inmersa en una agenda de conversaciones con la prensa, Fernanda Melchor compara la corruptela innegable del México contemporáneo con el panorama que dibujaron Los Simpsons, referente definitorio de su generación.

En la caricatura abundan los policías obsoletos, políticos ventajosos, ciudadanos imbecilizados, científicos que no logran concretar respuestas, y un aire desangelado.

«Todo lo que pasa en Los Simpsons pasa en México».

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Autorretrato de la autora, que se define como una jarocha no tan jarocha. Twitter/fffmelchor

Un Norman Mailer entre sicarios del malecón

«Sí quería yo hablar de temas de violencia que no se estaban hablando en medios porque, uno, la censura ya empezaba bien cabrón en Veracruz en 2009, 2010, pero también eran temas que al periodismo tradicional no le interesan», explica Fernanda.

La también autora de la celebrada novela Temporada de huracanes reitera que su compromiso con el periodismo es un compromiso con la literatura.

Ante la violencia generalizada, es indispensable la capacidad sensible, la apreciación por el detalle que también refleja el estado de las cosas, y la narración que relata lo que el periodismo corporativo y el frenesí del diarismo suelen dejar de lado.

«Mi vocación siempre fue literaria totalmente y el primer periodismo del que me enamoro es el periodismo narrativo», menciona antes de recorrer a sus patronos: Norman Mailer, Truman Capote, David Foster Wallace.

Y el argentino Rodolfo Walsh, asesinado veinte años después de la publicación de su crónica de denuncia contra el asesinato de civiles en manos de militares, Operación masacre (1957).

«Mucha gente joven se está dedicando ahorita (a la crónica y el periodismo narrativo) y se está dando cuenta de que tal vez el diarismo tradicional no es el camino, tal vez una especie de periodismo independiente.

«Y mucha gente se está aventando con la crónica porque también es una manera de hablar de la violencia y protegerte. No abordar denuncia directa también es una forma, concentrándote en la historia, de protegerte», admite la escritora, quien publica en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.

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Lo que quizás obvian los encabezados y tratamientos del periodismo tradicional es que debajo de la apariencia de las detenciones y los casquillos asegurados tras una balacera, palpitan seres humanos sentimentales, emotivos, cargados de necesidades, desesperación y confusiones.

«El periodismo que se parece a la literatura tiene la ventaja de que, como emplea el lenguaje para crear un efecto, puede ser más estimulante emocionalmente para las personas que un reportaje puro y duro, con números».

«El periodismo narrativo, al ser más lento, al permitirse otro tipo de investigaciones, al centrarse en otro tipo (de temas) y al crear un efecto, quiere que el lector sienta tristeza, sienta coraje, quiere que sienta algo».

El puerto de Veracruz se dibuja en el libro como conglomerado de historias. Twitter/VeracruzTurismo

La literatura no es inmediata, no nos dice qué hacer en el corto plazo, plantea dudas e invita a la reflexión, con respuestas que conversan con cada persona, evalúa Melchor.

Ante situaciones tan difíciles como policías asesinados por militares o jovencitas con la inocencia rota por los levantones operados frente a decenas de personas en el antro más concurrido del puerto, es indispensable la comprensión aguda, la reflexión ponderada que permite una escritura no inmediata, más o menos evalúa Melchor.

En el país donde las madres de desaparecidos devienen peritos forenses y buscan los restos de sus hijos con las manos, la esperanza es amarga. Pero visible.

«Poco a poco la gente empieza a entender que si hoy eres víctima del crimen organizado, no necesariamente es porque eres parte del crimen organizado», dice.

«Hay muchos mitos que se están derrumbando, la gente cada vez tiene menos confianza en las instituciones, la gente se ha dado cuenta de que la única manera de hacer cosas es organizándonos nosotros. Creo que la desgracia nos ha dejado eso bueno, creo que hay mayor capacidad de organización».

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