La ansiedad fue su peor enemigo. Los chicles resultaron insuficientes y los movimientos corporales aumentaron durante las 14 horas que duró la primera audiencia.

Con al menos 30 kilos menos, la piel pálida, visiblemente cansado y con estrés, el ex gobernador tuvo que pedir un par de recesos para recuperar la calma, tomar agua, pedir otra botella y solicitar a sus abogados que aceleraran las 83 pruebas en su contra.

Inquieto, miraba las pantallas del circuito cerrado del penal de distrito especializado en el sistema de justicia penal acusatorio, localizado en Nezahualcóyotl, Estado de México.

Cruzaba los brazos, se secaba el sudor, movía las piernas, se veía los zapatos, de marca italiana y con precio de lujo: señales de desesperación.

“Mi cliente padece síndrome vasovagal, problemas renales y una depresión profunda, todo esto debido al mal trato, la mala alimentación que recibió en la cárcel de Panamá, además que estuvo bajo tierra, nunca vio la luz del sol y eso le provocó que su ansiedad creciera”, argumentó el abogado Antonio Collado.

El síndrome vasovagal, vinculado a altos niveles de angustia emocional, es una irregularidad en el nervio vago, que conduce a la disminución de la frecuencia cardiaca y al desmayo.

La primera pausa que concedió el juez fue usada por el acusado para ir al baño y estirar las piernas. En el segundo intermedio caminó, platicó con su abogados y reabasteció su dotación de chicles.

La camisa azul claro del expulsado del PRI comenzó a empaparse de sudor en la espalda y el cuello hacia las dos de la mañana del 5 de enero de 2018, nueve horas después de que arrancó la audiencia: las muestras de desesperación eran evidentes.

Todavía faltaban cinco horas.

De Panamá a un penal federal en unas cuantas horas, Roberto Borge vivió uno de los días más largos de su vida. Proceso.

El rosario negro

Tras el primer receso, Borge sacó un rosario negro que apretaba con fuerza cada que las acusaciones de la Procuraduría General de la República subían de tono o señalaban a familiares e integrantes de su círculo cercano.

La Federación mencionó a su madre: Rosa Yolanda Angulo Castillo. La defensa y las plegarias del ex gobernador se centraron en las palabras del representante de PGR, quien dijo que la señora fue cómplice en la venta ilegal de algunos terrenos.

Los nervios del ahora imputado estallaron: temblor en las piernas, acercamientos a la oreja de su abogado defensor, miradas al cielo como en un llamado a quien quisiera escucharlo.

El rosario negro no hizo efecto, la defensa solicitó el segundo «tiempo fuera».

Borge necesitaba relajarse.

En boca cerrada…

El acusado decidió no rendir su declaración y se dedicó a escuchar los argumentos de la parte acusadora.

Incluso pidió que sus datos personales fueran reservados: que no se manejara su nombre completo y la Procuraduría se dirigiera a él como El señor RBA, esto porque el nuevo sistema de justicia penal acusatorio brinda esas garantías.

«¿El señor RBA desea ejercer su derecho a declarar ante las acusaciones que la Federación prsentó en su contra?», preguntó el juez.

«No, su señoría», responió el acusado un poco molesto.

A diferencia de Javier Duarte, quien exigió desde la primera audiencia la aclaración de todos los puntos acusadores, el quintanarroense guardó silencio y se mantuvo expectante de la resolución.

“Atendiendo a la solicitud de la Federación, se determina que el acusado deberá permanecer en un centro de reclusión federal con los servicios médicos suficientes para atender sus padecimientos.

«Así que el Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial de Morelos puede ofrecer estas atenciones, además de que debe estar bajo supervisión de la autoridad para evitar algún tipo de fuga”, sentenció el juez José Artemio Zúñiga Mendoza.

Eran las 6:55 del 5 de enero.

Roberto Borge, ese gobernador acusado del desvío de 900 millones de pesos al erario y asediado por amigos y políticos,  tras casi 28 horas sin descanso aceptó con un movimiento de cabeza.

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