Daniel Bisogno, conductor de TV Azteca, quiere un permiso para atropellar ciclistas si trae prisa. En el programa Ventaneando, él y sus compañeros se quejaron de que en la Ciudad de México tienen que compartir la vía pública con peatones, ciclistas y usuarios del transporte público.

Se lamentan de que el coche, en pleno 2018, tenga menos espacio para respirar en la Ciudad de México. “Ni motociclistas ni ciclistas pueden ir por ahí. Se los decreto”, recalcó Bisogno.

ciclistas critican a daniel bisogno
El elenco central del programa Ventaneando en un selfie tomado por el conductor Daniel Bisogno. Twitter/DaniBisogno

Para su infortunio, Bisogno vive en una ciudad con una constitución que establece el derecho a la movilidad con condiciones de seguridad, accesibilidad, comodidad, eficiencia, calidad e igualdad.

La misma que establece que el peatón tiene prioridad, seguido del ciclista, los usuarios de transporte público, luego el transporte de carga y, hasta el final, el automóvil particular.

También vive en una ciudad en la que muchos ciudadanos conocen sus derechos, los mismos que están ingresando quejas en contra del conductor en el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la CDMX (Copred), defensoras de derechos humanos y el Conapred, así como la plataforma change.org.

Los inconformes exigen una disculpa pública al también actor teatral.

“Es terrible que una persona mantenga ese prejuicio de clase y esa ignorancia y que la exhiba en un micrófono con una cobertura nacional como lo hizo este comentarista.

«Y que desgraciadamente no sólo fortalece el prejuicio de que el coche debe tener prioridad, sino que de alguna u otra manera incite a que otras personas agredan a los ciclistas o a otros usuarios porque tienen prisa”, señala en entrevista con República 32 Areli Carreón, integrante de Bicitekas y «alcaldesa de la bicicleta» en la CDMX.

Bisogno ignora que sólo el 25 por ciento de la población capitalina se traslada en automóvil para ir al trabajo, el resto, casi 8 de cada 10 personas, camina, usa bicicleta o alguna modalidad de transporte público: metro, microbuses, combis, colectivos y el metrobús.

Este último medio de transporte, específicamente la Línea 1, que transita por Insurgentes y que para el conductor “convirtió (Insurgentes) en una calle terrible de Moscú”, transporta un promedio de 616 mil personas al día.

Ari Santillán, defensor de las personas atropelladas en la «alcaldía de la bicicleta de la ciudad», dice que las quejas contra Bisogno ante las dependencias gubernamentales las emitieron porque consideran delicadísimas las declaraciones del conductor.

Además, ocurrieron durante un programa de cobertura nacional, en un país en el que, en promedio, mueren 16 mil personas en accidentes de tránsito, la mitad de ellos peatones o ciclistas, según cifras del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (Conapra).

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El colectivo Bicitekas defiende los derechos de movilidad urbana de los usuarios de bicicletas y comparte información sobre avances y luchas en la materia. Twitter/Bicitekas

“En lo que va del año ya fallecieron tres personas a bordo de bicicleta y lo único que hicieron para morir es usar la bici para trasladarse. Hay que ser claros: no existe un derecho a la velocidad, existe un derecho humano a la vida, un derecho humano a la ciudad, a la salud, eso existe y es para todos los usuarios”, se posiciona Santillán.

La ciudad, refuerza Areli Carreón, fue diseñada para el coche y ha hecho pensar a los usuarios del automóvil que son más importantes que otros. El coche puede ir más rápido y pesar más, pero no por eso tiene más derechos.

«Nuestra ciudad es muy poblada, tiene una gran vitalidad, mucho movimiento, todos tienen prisa, somos muchas personas compartiendo el mismo espacio, es obvio que hay conflicto.

«En grandes ciudades todos tenemos necesidad de llegar, muchas actividades, y tenemos la obligación de asumir que vivimos en una colectividad y que somos muchos y hay que aprender a respetarnos y cuidarnos. Si no lo hacemos, no contribuimos al buen vivir, somos el problema y no la solución», concluye la activista.

 

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