José Antonio Meade pasea por sus eventos repartiendo besos, abrazos y apretones de manos.
Pareciera que su intención es ser natural y cercano, pero se le ve incómodo. Sube al templete y articula frases hechas, discursos memorizados, pero se nota que detrás de sus acciones, no hay algo real.
Pese a que el candidato de la coalición Todos por México ha mantenido el mismo mensaje en su discurso durante la contienda electoral, la fuerza de su tono se ha configurado desde la reestructura de campaña: ahora se muestra más directo y agresivo.
De conciliación a agresión, de negociación a burla.
Este es un cambio que no lo beneficia ni lo hace ver y ser natural, de acuerdo con el consultor político Roberto Morris.
“A nivel mensaje no ha cambiado demasiado, en forma sí. Él está planteando una polarización, ‘vota por mí para un México que avance’ y de forma disfrazada, ‘votar por Andrés Manuel es retroceso’», explica el académico de la Universidad Panamericana.
«El problema es que entre él y Anaya se están canibalizando el mismo discurso”.
“Secuestradora” fue la palabra con la que Meade describió a la candidata plurinominal al Senado por Morena, Nestora Salgado.
Construyó un ataque directo contra Andrés Manuel López Obrador durante el segundo debate presidencial, al hacer referencia del presunto pasado criminal de la ex comandante de la Policía Comunitaria.
Dicha acusación fue la primera muestra contundente de agresión de Meade hacia un contrincante, una crítica que le costó una demanda por daño moral por parte de la candidata plurinominal.
El ex secretario de Hacienda intenta seguir la misma táctica de Mikel Arriola, candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que consiste en atacar tajantemente a sus rivales, por medio de imputaciones como la que le hizo a su contrincante Claudia Sheinbaum, por haber consumido marihuana en la universidad.
Roberto Morris, consultor que ha participado en diversas campañas políticas e institucionales, afirma que a pesar de los intentos de Meade por resurgir en la contienda, la imagen del presidenciable es opaca y poco cercana para el electorado, diferente a la manera en la que se presentó Enrique Peña Nieto como candidato en 2012, y advierte que los publicistas han intentado imponerle al candidato un personaje que se aleja de su verdadera personalidad, lo cual ha provocado un distanciamiento con los votantes.
La marca Pepe Meade no vende
Según el analista, Meade “se ha negado a separarse de errores estratégicos del gobierno del presidente Peña”, a pesar de que la administración del actual presidente sea desaprobada por el 76 por ciento de los mexicanos.
El candidato del PRI, quien se asume como no partidista, comenzó el periodo de precampañas con solo 40 por ciento en nivel de conocimiento entre el electorado, de acuerdo con encuestas de octubre, posteriormente pasó al 80 por ciento pero no superó el tercer lugar de preferencias.
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En palabras de Roberto Morris, estos errores se han replicado en los tres ejes fundamentales que Meade ha desarrollado en su campaña presidencial: atacar a AMLO, resaltar su trayectoria académica y defender la actual administración de Enrique Peña Nieto.

A pesar de describirse como el primer candidato no militante del PRI, José Antonio Meade pasó a envolverse de lleno por el tricolor desde la reestructuración de su campaña, después de la renuncia de Enrique Ochoa Reza de la dirigencia de dicho partido.
“El cambio en su estrategia es hablarle a las bases del PRI, ponerse el chalequito rojo, que es algo de debería haber sucedido en la precampaña; está a destiempo.
Ya no están pensando tanto en ganar [la presidencia], sino en mantener un voto duro para tener presencia legislativa”, explica Morris.
“Si me preguntas qué significa Pepe Meade, no hay una respuesta clara ni compartida entre la gente. En su momento le preguntaban a una persona qué significa Vicente Fox y te respondían que ‘el cambio’.
Ahora, qué significa Andrés Manuel, ‘el cambio y la lucha social’, pero Pepe Meade nunca ha sabido elevar su figura a algo representativo”.

Le falta ser más Peña
En las elecciones de 2012, Enrique Peña Nieto obtuvo el triunfo con el 38.2 por ciento de la votación, pintaba como el preferido por la cercanía y el conocimiento que tenía con la gente.
Meses antes de la elección presidencial, incluso desde que fue gobernador del Estado de México, el priísta ya ocupaba las portadas de diversas revistas del corazón. Su historia fue una telenovela, desde la relación con hijos siendo padre soltero, hasta el romance y la boda con la actriz Angélica Rivera. Se utilizó una maniobra muy diferente a la que se tomó con José Antonio Meade.
“Lo que ha faltado desde el inicio es la voz del propio Meade. Si se la vive atacando, hablándole al PRI al oído y defendiendo a Peña Nieto, él no tiene una voz real. El volumen de todo lo demás opaca sus propuestas”, explica Morris.
El experto apunta que mientras más se conozca sobre una persona, más importa. Meade lo intentó, pero su figura mal trabajada por su equipo no puede resultar atractiva. Se conoce poco de su vida privada y profesional.

Para Morris, una de las grandes diferencias entre ambos candidatos radica en que “lo de Peña Nieto fue una telenovelota, pero estábamos atentos. No se puede negar la efectividad, desde que anunció su romance, su boda, ahí estábamos todos esperando ver qué seguía”. Con Andrés Manuel López Obrador, la efectividad es similar: se conoce su origen, a su familia, pero el gran desconocido sigue siendo Meade porque según Morris, su equipo nunca ha podido humanizarlo.
El consultor afirma que “una campaña de comunicación efectiva tiene que basarse en quién es tu candidato y sacarle sus fuerzas”, sin embargo, a José Antonio Meade le han creado un personaje diferente a su realidad.

“Las mentiras siempre salen. Cuando alguien quiere fingir ser alguien que no es, a lo mejor gana, pero va a tropezar con quién es realmente”, explica el especialista y pone de ejemplo a la cantante Lucero, que afectó su imagen personal cuando se dio a conocer que practicaba cacería, después de que fingió ser una persona amorosa y al tanto del ambiente.
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Mientras que un ejemplo de éxito es el actor Roberto Palazuelos: “Lleva siendo un imbécil 30 años y nadie lo cuestiona, porque así es él”, afirma el experto en imagen.